Nuestros
sentidos pueden engañarnos, lo que percibimos a través de ellos no
necesariamente es real. Nuestras experiencias sensoriales nos otorgan una
representación de la realidad, no una copia exacta de la misma. Lo que percibimos como real, depende de la perspectiva
que tenemos del mundo, de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia, de nuestro
contexto social e histórico y hasta de nuestra experiencia personal de vida.
Actualmente
vivimos en un mundo en el que se le da preponderancia a lo visual. Pareciera que sólo existe lo que
nuestros ojos pueden observar, pero que ocurre con nuestros demás sentidos,
acaso no podemos interpretar nuestra realidad a través de cada uno de ellos. Esto es
precisamente lo que refleja la película el Color
del paraíso, que todos percibimos nuestro entorno de manera distinta y esa
percepción va mucho más allá del sentido de la vista. Mohammad no podía ver,
sin embargo había desarrollado otro tipo de sensibilidad (a través del tacto y
el oído), que le permitía establecer un contacto con el mundo y relacionarse
con él a partir de su propia concepción de las cosas.
La vista, como
cualquier otro de nuestros sentidos, tiene límites y la esencia de las cosas no
necesariamente se encuentra en lo que nuestros ojos captan, nuestra vista
también puede mostrarnos algo que en realidad no es, como ocurre con las
ilusiones ópticas, las cuales se definen como “la separación entre la realidad
física y la percepción subjetiva de un objeto o evento”(Scientific American,
The sience of the perception, Julio 12, 2010) las cuales se deben a que nuestro
cerebro puede equivocarse al recrear el mundo físico.
Esto nos reitera
que todos entendemos el mundo de manera distinta y subjetiva,
independientemente de que contemos con
las mismas habilidades físicas o no. Cada individuo construye su propia
realidad en base a sus experiencias y a lo que sus sentidos le reflejan. Sin
embargo, la realidad es un constructo de nuestro cerebro, que en ocasiones no
es del todo verdadero.
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